domingo, 22 de noviembre de 2009

simbolos varios del tarot

ÁNGELES: Intermediarios entre Dios y su creación, tienen diversas misiones. Irradian y contagian la energía cósmica a los planos físicos (Los Enamorados, VI); ayudados de instrumentos musicales apremian a la conciencia a despertar del sueño y las ilusiones en que la materia la ha sumido (El Juicio, XX y El Mundo, XXI); se convierten en guardianes protectores (La Templanza, XIV).

CABALLOS: Representan los instintos y las pasiones de su jinete. Cuando este no logra dominar su yo interno, su paseo por la vida se convierte en una alocada carrera. En El Carro, VII, el conductor ha de apaciguar a sus caballos, que galopan en direcciones contrarias, para convertirse en el amo del carruaje.

ÁGUILA: Simboliza la ascensión social o espiritual y la facultad de comunicarse con el cielo, que otorga un poder excepcional, semejante al de la realeza (La Emperatriz, III y El Emperador, IV). También se vincula al apóstol Juan en El Mundo, XXI.

BOLSA, SAQUITO: Según una tradición bíblica, representa el lugar donde se pone a salvo el alma humana. También el sitio en el que se conserva y resguarda el principio de la vida. El Loco, 0 y El Mago, I llevan en su saco todas sus pertenencias.

CORONA: Ostentada por numerosas figuras en arcanos mayores y menores, expresa elevación e iluminación y es insignia del poder y la luz. La de El Diablo, XV está dotada de cuernos para indicar que la inteligencia que le caracteriza, aunque procedente en principio de la esencia divina, fue corrompida más tarde.

CABEZAS CORTADAS: La coronada que aparece en la esquina de la derecha del Arcano Sin Nombre, XIII podría ser la de Felipe el Hermoso, que ordenó
la ejecución del gran maestre de los templarios Jacques de Molay. También aluden a la necesidad de situar la mente y el centro intelectual por debajo del corazón y el centro emocional para alcanzar la muerte iniciática.

ESQUELETO: En la alquimia personifica los estados que preceden a la transmutación interior. No simboliza la muerte física, sino la muerte dinámica de ciertas partes caducas de la propia personalidad, el renacer del que hablaban los ritos iniciáticos de la Antigüedad. Anuncia, por tanto, una nueva forma de vida.

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